A finales de 2013, después de casi una década trabajando en una empresa, me despidieron. Era una empresa con sede en Madrid y yo trabajaba en la delegación de Málaga, que decidieron cerrar por las secuelas de la crisis económica. Alguno de mis compañeros, sin embargo, se trasladó a Madrid.
Recuerdo aquella reunión con los dos cargos directivos.
Os pongo en contexto, hacía apenas unos meses me había casado y acababa de enterarme de que estaba embarazada. Cuando digo acababa, me refiero a que me había hecho un test en casa, nada más. No lo sabía nadie, ni siquiera mi familia, y mucho menos nadie de mi trabajo.
Ese día, en aquella reunión, me pidieron perdón por despedirme y alabaron mi trabajo de tantos años, pero… la crisis, ya se sabe. Lo que no entendí fue aquella pregunta de la directora más alta en la compañía, que apenas me conocía y además era mujer: “¿Tienes hijos?”. Y la respuesta del subdirector, mirándola con complicidad, antes de que yo pudiera siquiera reaccionar a aquella pregunta fuera de lugar: “Todavía no”.
Recuerdo a mi compañero, el que se trasladó, aconsejarme que hiciera como él y me ofreciera a mudarme a Madrid. Pero estaba embarazada, asique ni siquiera me pareció una opción a sopesar.
La maternidad apenas acababa de acariciar mi vida, de hecho ellos ni lo sabían, y ya me había cerrado una puerta y me había llevado a hacer mi primera renuncia.

Ya sabes que mi objetivo con Maternidad Exponencial es darte herramientas para que superes todos esos techos invisibles a los que te enfrentas siendo mujer, madre y emprendedora. Ya te he hablado de cuales son los cuatro pilares básicos con los que te puedo ayudar y que está en tu mano trabajar para poder abrirte más puertas y crecer de forma exponencial.
Hoy quiero hablarte con más detalle de cuáles son esos techos que he identificado. Estoy segura de que de una u otra forma eres consciente de ellos, porque es imposible no darse cuenta de aquello que tanto pesa sobre tus hombros.
Para empezar, por el simple hecho de nacer mujer, ya hay algunos caminos que van a ser más difíciles para ti. Seguimos viviendo los rescoldos del sistema patriarcal, es una realidad. Durante mi época en aquella empresa de la que te he hablado, irónicamente, participé en la realización de numerosos estudios de género para el Instituto de la Mujer. No hay más que mirar esos datos para darse cuenta de todo el camino que nos queda aún por recorrer hacia la igualdad. ¿Sabías que en España las mujeres siguen cobrando casi 5.000€ menos de media al año que los hombres?
“Por el simple hecho de nacer mujer, ya hay algunos caminos que van a ser más difíciles para ti”

Pero la cosa va más allá. Porque además de mujer, eres madre. Hace poco escuché una entrevista a la psicóloga María Fornet, experta en feminismo y roles de género, en la que afirmó textualmente que: “La maternidad, muchas veces, se convierte en un subrayado de tu rol de género”. Y no puedo estar más de acuerdo.
Esa brecha salarial entre mujeres y hombres de la que te he hablado, aparece realmente después de la maternidad. Tal es así, que las mujeres cobran hasta un 11% menos el primer año después de la maternidad y en los 10 años siguientes, reducen sus ingresos un 33% frente al 5% de los padres (The Child Penalty in Spain).
No, no se trata de que nos bajen el sueldo directamente cuando somos madres, lo que ocurre es que nuestras posibilidades de promoción disminuyen, que somos nosotras las que solemos adaptar nuestra jornada para poder conciliar, las que pedimos horas para ir al médico o la función del cole, y también, por supuesto, muchas mujeres incluso renunciamos a nuestros trabajos para dedicarnos por completo a nuestra maternidad ¿Por qué?. Pues porque las tareas del cuidado siguen considerándose nuestra responsabilidad.
“Las mujeres, en especial las madres, cobramos menos que los hombres porque las tareas del cuidado siguen recayendo sobre nosotras”
¿Cuáles son las implicaciones de ese menor salario que tenemos las mujeres, especialmente las madres? Pues un gran techo. Si no tenemos ingresos o no los suficientes, sencillamente perdemos nuestra libertad. Pasamos a depender de los ingresos de nuestra pareja, si la tenemos, y en cierto modo, y dependiendo del caso, eso puede llegar a limitar mucho nuestras opciones. Cuando nos vemos obligadas a renunciar o tomamos libremente la decisión de hacerlo para dedicarnos al cuidado de nuestros hijos, estamos renunciando también a parte de nuestra libertad. Es un problema grave, son muchos los casos de vulnerabilidad real, de exclusión social, que empiezan por este tipo de situaciones.
Más allá del tema económico, hay otra realidad muy cotidiana de las madres que, nos guste o no, limita nuestras opciones en la vida. Y es que la maternidad absorbe una proporción muy grande de nuestro tiempo. Sí, tenemos 24 horas al día igual que el resto de personas, pero no podemos disponer libremente de ellas porque, sobre todo al principio, gran parte las absorben nuestros hijos. Y sí, ha sido nuestra elección ser madres y dedicar a nuestros hijos una parte importante de nuestro tiempo. Pero hay un problema de base: no ocurre lo mismo con los padres. Porque la crianza sigue siendo una tarea fundamentalmente femenina. Porque las mujeres elegimos ser madres y los hombres eligen ser padres, pero nosotras dedicamos el doble de tiempo que ellos a las tareas del hogar y los cuidados. Y eso, no lo elegimos
“Las mujeres elegimos ser madres. Los hombres eligen ser padres. Pero nosotras dedicamos el doble de tiempo que ellos a las tareas del hogar y los cuidados. Y eso, no lo elegimos”
Por otro lado, las mujeres hemos conseguido entrar en la esfera laboral, aunque aún no en condiciones de igualdad. Pero seguimos llevando a nuestras espaldas la mayor parte de las responsabilidades familiares y del hogar. Y así, es imposible tener las mismas opciones que un hombre. No estamos en condiciones de igualdad. No tenemos las mismas oportunidades. ¿Cómo voy siquiera a plantearme en qué invertir mi dinero si apenas puedo sacar tiempo en mi ajetreada rutina para leer tres páginas de un libro?
Con este contexto, somos muchas las madres que con la intención de poder tener más flexibilidad y así llegar a conciliar mejor, o quizás movidas por nuestro propósito, decidimos emprender nuestro propio negocio. Y una vez más, techos. Porque queramos o no, el mundo de los negocios sigue estando dominado por los hombres, sigue funcionando de acuerdo con valores masculinos. Y no, no está pensado para conciliar. Más allá de todo el trabajo que conlleva poner en marcha un proyecto, que es mucho, se asocia un mejor servicio con la disponibilidad continua.
Se nos supone menos comprometidas con nuestro negocio y menos enfocadas en los resultados económicos. Y como aún tenemos muy poca presencia en el mundo empresarial, los precedentes femeninos de éxitos siguen siendo muy escasos. Todo ello supone más dificultades para obtener financiación, porque los inversores, la mayoría varones, tienen preferencia por los proyectos liderados por hombres. Según la OCDE la probabilidad de que una startup liderada por un equipo exclusivamente masculino reciba financiación es un 10% superior a la de aquellas que incluyen al menos una mujer.
“En los negocios, se nos supone menos comprometidas y menos enfocadas en los resultados económicos, y somos una opción de segunda para los inversores”
Finalmente quisiera hablar de un techo muy muy invisible que se ha ido construyendo lentamente dentro de nosotras mismas. Es nuestra propia forma de entender el mundo, esa que hemos aprendido de nuestro entorno y nuestra sociedad, que hemos heredado de nuestra cultura y poco a poco hemos ido interiorizando. Esa mentalidad, esas creencias que quizás nunca nos hemos cuestionado y que son las primeras que nos limitan.
- Porque si yo creo que el proyecto más importante en la vida de una mujer es ser madre, y que cuando lo sea sentiré la mayor plenitud posible, que todo lo demás pasará a un segundo plano y ya estaré completamente satisfecha; aunque cuando llegue ahí no me sienta así, trataré de hacer lo correcto, y quizás me sacrificaré en pro de mis hijos.
- Porque si yo creo que es imposible desarrollarse profesionalmente y al mismo tiempo ser una buena madre, acabaré renunciando a una de las dos cosas.
- Porque si yo creo que las mujeres estamos más preparadas para las tareas del cuidado y que nos corresponden, me costará delegar y me haré cargo de todo con las renuncias que ello implica simplemente por el tiempo y energía que me consume.
- Porque si yo creo que el dinero corrompe a las personas, y que es mejor ser humilde que ambiciosa, aunque sea de forma inconsciente trataré de mantenerme honesta, poniendo precios bajos y descartando oportunidades de prosperar.
- Porque si yo entiendo el fracaso como un estigma, algo de que avergonzarme, indicativo de mi valía, el miedo a que mi proyecto no salga bien me va a paralizar antes siquiera de tomar la decisión de emprender.
Y así tantas y tantas cosas más.
Tu y yo somos mujeres, madres y emprendedoras. Y nuestra vida está llena de techos invisibles. Pero es nuestra decisión hacer lo que sí está en nuestra mano para empezar a abrirnos puertas y dejarlas abiertas para las que vengan después. Te propongo que lo hagamos juntas.